Con el comienzo del nuevo año, fueron muchos los cambios en mi pareja. De la noche a la mañana, le dio por comer con los compañeros de trabajo, o sino cambiaba los turnos para no coincidir conmigo a la hora del almuerzo. Si algún día comía en casa, lo hacía en cinco minutos y se iba con la “boca llena”, pues no podía perder ni un segundo porque tenía que tomar café, rompiendo así, su ritual de ver todas las noticias de deportes, de todos los canales, pero de repente los deportes tampoco le importaban demasiado.
Pero el destino decidió ponerse de mi lado, y una noche él salió para ver un partido de fútbol, aquella noche yo estaba con una amiga, decidimos ir de sorpresa a donde él estaba para gastarle una broma, pero las sorprendidas fuimos nosotras, a la misma vez que nosotras llegábamos también lo hacia él, intentó excusarse pero su cara de sorpresa y su nerviosismo lo delató, y supe sin lugar a dudas que me estaba mintiendo. Me di la vuelta y me fui a casa, y tome la decisión más acertada que podía tomar, no escucharía nada que no fuese la verdad, no caería de nuevo en creer sus mentiras, ni que me desviase la conversación, solo quería la verdad. Durante tres días no le dirigí la palabra, y si él se dirigía a mi le decía que lo único que iba a escuchar era la verdad. Gracias a que mantuve mi postura, se vio tan presionado que al final me confeso que desde hacia unos meses jugaba a las maquinas tragaperras, y que no sabia lo que le había ocurrido, no podía parar, que todo el tiempo que pasaba fuera lo dedicaba a jugar, llegó a decir que se creía enfermo. Tras el alivio de saber que no me era infiel, sentí mucho miedo, le brindé mi apoyo y fui todo lo comprensible que se podía ser.
Aconsejados por una amiga llegamos a la asociación. Yo llevaba a mi pareja para que lo curaran, y al principio no estaba muy segura de que lo consiguieran, pero hacía todo lo que me decían al pie de la letra, fui muy firme y no había excepciones, después de un tiempo veía que iban surgiendo efecto. Luego comprendí que mi ayuda era limitada, y que muchas cosas sólo dependen de el y que era el momento de pensar en mí, en mi bienestar, necesitaba centrarme en lo que a mí me ocurría, comprendí que el juego también había causado muchos daños en mi y que debía empezar mi tratamiento. Y con el tiempo fui recogiendo mis frutos, por un trabajo bien hecho, no faltaba a terapia, las trabas eran inalterables, íbamos a todos los eventos de la asociación y así con todas y cada una de las recomendaciones. Y con el paso del tiempo desapareció mi ansiedad, mis noches sin dormir, mis miedos, mi inseguridad, y en ese mismo momento volvieron muchas cosas, mi autoestima, la tranquilidad y la confianza en mi marido. Gracias a mis ganas de seguir creciendo, y al grupo de personas con las que allí me encuentro, ahora tengo muchas cosas que antes no tenía, soy más tolerante con todo el mundo, soy más asertiva con los que me rodean y tengo una visión distinta sobre las cosas que dan la felicidad. Antes pensaba que la felicidad tenía mucho que ver con el dinero, las posesiones, los viajes y cosas así, ahora se mi felicidad esta en la sonrisa de mi marido, un café con una amiga, el abrazo de mi madre, la salud de mi padre… incluso en un ratito de tranquilidad en casa con la compañía de un libro
Hemos sacado el juego de nuestras vidas, y cuando digo hemos, lo hago por los dos, no juego absolutamente a nada, no participo en sorteos de ningún tipo, incluso no acepto los premios que te dan en hipermercados, no quiero nada que tenga que ver con el azar. El juego una vez me robó la felicidad y esta vez no le daré ninguna posibilidad de que vuelva a hacerlo. Así que contra más lejos mejor.