Seguramente si en el año 1994, me hubiesen dicho que yo iba a liderar este movimiento, me hubiese echado a reír. Yo un hombre serio con esta gente que deja a sus hijos sin comer por un vicio. Esto me hace razonar que el peor defecto la ignorancia que no se debe hablar de lo que no se sabe y analizar que nadie sabe lo que le espera, el peligro que le acecha.
Efectivamente en el año 94 empezó mi calvario. Empecé mi sufrimiento sin saber quier era mi enemigo que me golpeaba en la mente cada vez con mas fuerza, me iba debilitando, me machacaba atrozmente y lo peor, no podía defenderme, no veía a mi enemigo, no sabía de donde me venían los golpes, me fue machacando poco a poco hasta ponerme al borde de la locura, hizo de mi un zombi, no quería creer lo que me estaba pasando, quería defenderme pero de que y de quien. Llegué a pensar que era un fracasado, que era un loco, un ser inservible.
Pero un día llegó lo que yo deseaba, saber quier era mi enemigo de quier me tenía que defender, vi a ese monstruo que durante 5 años me había machacado y golpeado sin piedad, me había hundido. El monstruo de la ludopatía, le miré a los ojos y tengo que confesar que me dio terror, pero no podía ser cobarde, lo tenía delante de mi, ahora sabía a que me enfrentaba, sabía a donde tenía que pelear. Al borde del abismo llorando mi pena, hundido, sin ganas de seguir adelante. Me dije: “¿Pero eres un cobarde? ¿Dónde está tu orgullo, tu casta?”, en aquel precipicio había dos personas mas, mi mujer suplicándome que la sacara de las garras de aquel monstruo y mi hijo que se sentía seguro en mis brazos y ahora que me veía así seguramente se sentiría inseguro, por eso no quería hacerme la víctima ni tampoco ser un mártir, ver mi vida pasar y como aquel monstruo mataba mis sueños y de paso se llevaba a los míos por delante, saqué fuerzas de flaqueza y me dispuse a pelear, se iba a enterar con quién había tropezado. Era un duelo de titanes, una pelea muerte donde tenías que vencer o morir. Juré darlo todo en aquella pelea, no tener piedad y acabar con aquel monstruo, devolverle golpe a golpe. Fue una pelea muy dura, yo le daba sin piedad pero el monstruo se defendía y me seguía golpeando el también a mi, pero yo no retrocedía ni un paso, me iba la vida en ello. Le saqué a la mujer que amaba de sus garras, tenía que defender a la vez el rincón donde estaba mi hijo, para que no le hiciera daño a el también, aunque en alguna ocasión burló la defensa y también se llevó algunos arañazos, espero que no sean profundos y le queden a mi hijo cicatrices. El monstruo se llevó a mi familia por delante, mi madre y mis hermanos que no comprendieron que yo luchase contra el, en vez de huir del monstruo, mi madre y mis hermanos dejaron de hablarme, mi madre en su lecho de muerte fue capaz de perdonarme, no quiso verme, se fue dejándome con ese dolor tan profundo y enquistado en mis entrañas, de no poder habido hablar con ella, darle un abrazo, un beso y decirle que la quería y que me comprendiese, que el único daño que había hecho yo era ayudar a un ser humano que me necesitaba. Hubo gente mas experta que me aconsejó que no diese golpes a ciegas, pues me cansaría, perdería la batalla y me vencería, que le diera menos, pero en sitios claves en las trabas en el cambio de vida. Fue una pelea muy dura, pero vencí, quise matarlo pero me dijeron que sería posible, pues el monstruo de la ludopatía no muere, se debilita. Por eso me he quedado a vivir con él, no he huido de él como otros por que se que me buscará y me encontrará, para vencerme, por que ahora el sabe también con quien pelea y será despiadado y cruel para derrotarme para siempre, por eso vivo con él, lo miro todos los días a los ojos, ahora no me da miedo, pero lo respeto y si veo que quiere ponerse en pie lo derribo antes de que se ponga. Lo tengo encerrado y maniatado, todos los días le miro los nudos por si se le han aflojado. Aquel monstruo me dejó mal herido pero las cicatrices han ido cicatrizando muy lentamente, ahora estoy bien, aunque quedaron secuelas. El monstruo me hizo mucho daño, me hundió, me arruinó, me dejó al borde de la locura, mató mis sueños, destruyó mi cosecha; pero se le olvidó algo, matarme cuanto tuvo la ocasión y no lo hizo y esa fue su perdición, dejarme con aliento y dejarme lo único que no me puede quitar, me pueden quitar la vida, la libertad, el dinero, etc., pero mi pensamiento y mis ideales nadie. Por eso pensé, me ha quitado la cosecha, pero yo se sembrar otra y no me puedo parar para mirar atrás y llorar mi pena, tenía que seguir adelante, así que me puse a sembrar y cual fue mi asombro que cuando fui a recogerla era mas abundante que la que perdí y también creció algo que yo no había sembrado, sentimientos profundos, solidaridad, tolerancia y amor por el prójimo.
Ahora en el tiempo he llegado a la conclusión, que mi enemigo ya no es el monstruo, sino que está en mi interior, que soy yo mismo, el día que me confíe, que me crea mas listo que él, que lo he derrotado, ese día estaré clavando mi propia fosa. Por eso he llegado a la conclusión de que eso solo está en mi y no puedo dejarlo en manos de nadie, que mi destino solo depende de mi si algún día fallo, si me confío y el monstruo me ataca no podré echarle la culpa a nadie será solo mía, por no haber aprendido la lección.
También tengo que cuidar que mi mujer no mire al monstruo a los ojos, pues está hechizada por él, e iría a su encuentro sin remedio.
El camino ha sido largo, duro y doloroso, pero a merecido la pena, llegar los tres juntos abrazados y con una sonrisa.
JUAN CHACÓN. FAMILIAR